La gente hablaba de la tristeza como si fuera suave, una cosa de agua y lágrimas.
Pero la verdadera tristeza no es suave.
La verdadera tristeza es una cosa de fuego, y rocas.
Quema tu corazón, aplasta tu alma bajo el peso de montañas.
Destruye, e incluso si sigues respirando, si sigues adelante, mueres.
La persona que eras momentos antes muere, muere en el sonido de gritos de metal y del impacto de un mal conductor.
Desaparece.
Todo lo sólido, todo lo real, se va.
No regresa.
El mundo siempre esta fracturado, así que caminas en la corteza de la tierra en donde puedes sentir el calor debajo de ti, la presión de la lava, que está tan caliente que puede quemar la carne, derretir huesos, y el mismo aire es venenoso.
Para sobrevivir, te tragas el calor.
Para impedir caer completamente y morir de verdad, te tragas todo ese odio.
Lo empujas hacia abajo dentro de ti, en esa tumba fresca que es todo lo que queda de lo que pensabas que sería el mundo.